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Los riesgos de darle a la inteligencia artificial acceso a nuestro subconsciente
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Los riesgos de darle a la inteligencia artificial acceso a nuestro subconsciente


Podría condicionar la salud laboral

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Los riesgos de darle a la inteligencia artificial acceso a nuestro subconsciente


La nueva Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea podría dejar la puerta abierta a que la inteligencia artificial tuviese acceso a nuestra mente inconsciente.

Influir en las elecciones de los Estados Unidos o en el futuro político del Reino Unido con la información personal que millones de personas publican en Facebook y una tecnología potente de análisis de datos. Hace no demasiado tiempo, algo así nos habría parecido salido de una novela de ciencia ficción, pero el escándalo de Cambridge Analytica, desvelado en 2018, demostró que es posible y que el avance de la tecnología y de la inteligencia de las máquinas nos pone frente a dilemas fundamentales que nunca antes nos habíamos planteado.

La iniciativa de los neuroderechos, liderada desde la Neurorights Foundation, promueve el reconocimiento de una nueva batería de medidas de protección para hacer frente a los desafíos derivados de estos avances técnicos. Algunos de ellos forman parte del debate de la Ley de Inteligencia Artificial que se está negociando en el seno de la Unión Europea, una ley que deberá regular, entre otros aspectos, la capacidad de la inteligencia artificial para influir en el subconsciente de las personas (como en el caso de Cambridge Analytica, pero a niveles mucho más profundos).

Ignasi Beltran de Heredia, profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya, o Universidad Abierta de Cataluña) UOC) y autor del libro Inteligencia artificial y neuroderechos (Aranzadi, 2023), acaba de publicar un análisis en el que detalla los desafíos que plantea el avance de la inteligencia artificial y cuestiona la última propuesta de ley de la Unión Europea a través de una perspectiva neurocientífica.

Se estima que solo el 5% de nuestra actividad cerebral discurre de forma consciente. El 95 % restante funciona por debajo del nivel consciente, sin que nosotros tengamos realmente control alguno de ella ni percibamos siquiera que se está produciendo. Tal como señala Ignasi Beltran de Heredia en su análisis, no nos percatamos de este extraordinario torrente de actividad neuronal porque la interacción entre la mente consciente y el comportamiento inconsciente es sumamente compleja, y las fuerzas que guían nuestras vidas están muy lejos de nuestro control.

Sin embargo, eso no significa que no haya formas de influir más allá de la conciencia. "La inteligencia artificial lo puede hacer de dos formas", señala el investigador. "La primera, recopilando datos sobre nuestra vida y creando una arquitectura de las decisiones que te lleve a tomar una decisión determinada. La otra, menos desarrollada por ahora, consiste en aplicaciones o dispositivos que directamente generen impulsos irresistibles para nuestra mente inconsciente y que de forma subliminal logren generar respuestas impulsivas, es decir, que lleguen a fabricar impulsos".

"A medida que vayamos desarrollando máquinas mejores y más potentes y estemos más conectados con ellas, las dos opciones serán más y más habituales. Los algoritmos tendrán más datos de nuestra vida y será más fácil crear instrumentos que generen esas respuestas impulsivas", añade Beltran de Heredia. "El riesgo que estas tecnologías atesoran es que, como en el flautista de Hamelín, las personas acaben bailando sin saber por qué".

Para el investigador, el campo donde probablemente empecemos a ver los intentos de condicionar el comportamiento humano mediante la inteligencia artificial es el del trabajo y, más concretamente, el de la salud laboral. Argumenta que son diversas las tecnologías intrusivas en uso, como los dispositivos para controlar los microsueños de los conductores de autobús o los sensores de electroencefalografía (EEG), que permiten a los empleadores rastrear las ondas cerebrales de los empleados para detectar niveles de estrés y atención mientras trabajan. "Es difícil hacer proyecciones sobre cómo será el futuro, pero si no ponemos límites a este tipo de tecnologías intrusivas, que todavía están en una fase de desarrollo muy inicial, lo más probable es que sigan mejorando y extendiéndose en aras de la productividad", recalca Beltran de Heredia, también director de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC.

 Fuente: UOC noticiasdelaciencia





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