La píldora amarga
El valor de atreverse cuesta más que el intento
JOHN WILLIAM WATERHOUSE Circe ofrece la copa a Ulises, 1891 Oldham, Oldham Art Gallery
Es madrugada, una presión en el pecho y la sensación de tener un “nudo” en la garganta que me asfixia no me deja dormir. Veo el reloj y el tiempo avanza lento. Me ensordece un zumbido en el oído. Mi cama flota, la mente me da vueltas. Estoy en este bucle de tiempo donde me dejaste sin explicación. Me siento ajena, desconectada, nada pareciera real.
Conocer a una persona no siempre resulta fácil. Es abrirnos, es arriesgarse a mostrarnos vulnerables, es depositar toda la confianza en ¿dónde? En ¿quién? Siempre hay una posibilidad de que la estrategia no funcione. Después de algunas batallas perdidas conocemos bien los riesgos.
Esperamos que los vínculos que establecemos con otras personas sean mutuos y recíprocos. Buscamos a alguien capaz de expresar sus necesidades y emociones porque de tanto andar por la vida, hemos descubierto que no poseemos el superpoder de leer mentes. Buscamos no solo afecto, sino consideración. Hay cualidades que buscamos que no tienen precio, sin embargo, tienen mucho valor. El valor de atreverse cuesta más que el intento.
Las omisiones, los silencios, la hostilidad, las barreras impenetrables, la resistencia es algo que deja muy mal sabor de boca. Buscamos concluir bien nuestras historias. Dar vuelta a la página sin resentimientos por todos aquellos momentos que parecieron buenos y que ahora se desvanecen entre las sombras, en el dolor que causa la mentira.
La precariedad que nos hace fingir quienes somos para salirnos con la nuestra. El egoísmo de anteponerse sin importar a quienes nos llevamos en el camino por un capricho o gusto pasajero. En la hoguera, donde se evaporan una a una las dudas que nunca obtendrán respuesta, se puede ver al desconocido. Al carente de expresión, sensación que yace en un muro, en una roca.
Duele lo que no existió, lo que nunca fue. Duelen los castillos en el aire y el juego macabro de quien movió mejor sus piezas. Duele la guerra innecesaria en la que se sumerge para darle gusto al que era un amigo. El veneno de sierpe congeló el corazón de quien amó. El frenesí con el que se derramó la última hiel aún viaja en el sistema. Entre todos los síntomas me cuesta admitir que a veces se gana y a veces solo nos toca tragarnos esa píldora amarga.
Inicia la celebración de los 60 años de la ANP
Vico Ruiz y Manolo Techera hablan sobre su experiencia en la publicidad
Leer más