


Luego de que el estudio conquistara el mercado japonés con Princess Mononoke, las expectativas hacia un nuevo proyecto Ghibli estaban por los cielos. Miyazaki había encontrado el éxito completo al regresar a sus raíces con un proyecto gigante y completamente libre en cuanto creatividad y visión, así que, nuevamente, Isao Takahata ofrece una nueva entrega animada, después de una ausencia de seis años, y en parte es perfectamente comprensible el por qué My Neighbors the Yamada puede representar una cierta decepción, considerando la cronología de estreno que la cinta tuvo, siendo la sucesora de Princess Mononoke, en un momento cúspide en donde el siguiente paso del estudio seria crítico. Basada en las tiras cómicas del artista Hisaichi Ishii, la cinta nos narra las desventuras y convivencias de la familia Yamada, narrada desde el punto de vista “Haiku”, adaptada y dirigida por Takahata, luego de su infame Pompoko, con la ayuda de un estilo muy peculiar de animación que respeta enteramente el ‘look’ estético del impreso, y que para el lector latinoamericano podría remontar a trabajos cómicos, como el de Sergio Aragonés, emblemático artista de la revista MAD.
Con una premisa tan simple es difícil darle un contexto critico a la cinta; es enteramente una comedia. Eso es todo. Solamente una serie de momentos que involucran a los Yamada que nos hacen conocerlos mejor y formar cierto tipo de lazos afectivos, al ser representados como una “familia peculiar”, sin más ni menos. Es difícil hablar a fondo sobre una cinta la cual, su substancia se limita a algunas escenas que parecen jugar únicamente con humor. Ni siquiera desde un punto de vista objetivo o emocional, simplemente son escenas con momentos divertidos que, de hecho, pertenecen exclusivamente a un medio como lo es la tira cómica, la cual recomiendo, pues parte de su encanto se puede comparar con el de títulos como lo son la incomparable Mafalda (Quino/Argentina), o las simpáticas Calvin & Hobbes (Bill Watterson/USA), las cuales tuvieron un margen de publicación bastante longevo, y aun a la fecha son recordados con bastante devoción y cariño. Tal es el caso de las tiras creadas por Ishii, populares inclusive en un medio casi en su totalidad controlado por el manga (con o sin adaptación televisiva), por lo que su lectura es aún más interesante para así entender el origen de su popularidad.
Claro que no porque la cinta carezca del peso y la calidad narrativa y visual que otras cintas de Ghibli poseen significa que la película no posee nada en lo absoluto. Las representaciones visuales y conceptuales de Ishii están presentes a lo largo y ancho de la cinta, con el flujo de animación que el estudio ya ha llegado a perfeccionar a lo largo de veinte años, pero es admirable el respeto que Takahata brinda al estilo de que Ishii impregna en sus tirajes, lo cual es literalmente traído a la vida en cada cuadro animado; cada personaje, cada acción de estos, cada escenario, todo parece ser extraído y así es como se esperaría que se viera una obra basada en un material visual previo. Probablemente la cinta sirva para dar catedra de cómo adaptar un trabajo artístico con identidad y estilos previos, dentro de un medio distinto. Desde este punto de vista la cinta es sublime. Inclusive desde el margen de tono que Takahata le da, tanto a nivel edición, como a nivel guion; la cinta, a pesar de su hora y cuarenta y cuatro minutos (duración más que estándar para cualquier película animada, pero duradera para el concepto usado aquí), no se siente pesada, aunque la forma en la que esta es presentada puede desconcertar, ya que sin una historia fija es fácil hallarse no inmerso, solo expectante, por lo que uno no pensaría que, por ejemplo, después de dos segmentos solo hayan transcurrido veinte minutos.
Sin embargo, con todo y su intrascendencia, la cinta posee un encanto, similar al que poseen otras similares como Porko Rosso, Only Yesterday o My Neighbor Totoro (irónicamente), pues si bien, estamos ante una cinta sin una columna vertebral que sostenga su historia, parte de lo que puede llegar a hacer disfrutable la experiencia es este espectáculo de “turista” que es el que Takahata nos lleve de la mano sólo con la intención de explorar estos momentos en familia con personajes bastante peculiares e hilarantes, de vez en cuando. Mención honorifica a la química que poseen ambos padres, de vez en cuando, con la abuela de por medio; sus interacciones y bromas son bastante buenas, y el exceso de convencionalismos en el padre pudo trascender para hacerlo el personaje con más gracia, sobre todo en ese segmento en el que vemos a la madre y al padre argüir y después pelear por ver el partido de baseball de uno (bellamente animado), o la película que la madre llevaba esperando toda la semana por ver, a lo que termina en la familia viendo como ambos tratan de apoderarse del control remoto, lo que los lleva a aclarar que “eso es más divertido que la tele”. Es un buen ejemplo del humor que Ishii manejaba en sus tiras cómicas, y que aquí se plasma con éxito, la mayoría de las veces.
Sin embargo, no puede pasarse por alto el factor “expectativa” anteriormente mencionado, pues de igual forma, esta es la cinta que precedió a Princess Mononoke y con la que el estudio cerraría no solo la década, sino el siglo, si nos vamos a un panorama más exagerado. No es decir que la cinta tenga el mismo nivel de mediocridad e irrelevancia que Ocean Waves, pero es una película estrenada un par de años después que una de las mejores que el estudio ha concebido en toda su historia. Es perfectamente comprensible que Takahata haya optado por algo tranquilo y simple, tanto en su tono como en su animación y producción en general, pero de igual forma es un poco frustrante, ya que estamos hablando de otro regreso de un director que se había ausentado (Miyazaki se ausentó de dirigir una cinta en el estudio del 92 hasta el 97), lo cual hace un poco más doloroso o decepcionante al ver algo similar a sus trabajos tardíos, y no ver a un digno sucesor de The Grave of the Fireflies, la cual, hasta la fecha y después de su muerte en el 2018.
My Neighbors the Yamada es una película simple, debatiblemente la más débil en toda la filmografía de Takahata, y está lejos de estar entre las mejores diez de Ghibli, sin embargo, tal vez para los más pequeños sea una cinta apropiada, especialmente para el adulto que busque ver algún punto de vista distinto al drama familiar, pero tal vez no sea la mejor manera de empezar la experiencia Ghibli. Al final, es una película que sirve el propósito de entretener y ofrecer un poco de entretenimiento simplista e inofensivo, apto para cualquier tipo de audiencia y con dos que tres derroches de moral y algunos momentos emocionalmente interesantes. Una cinta más en el amplio, exquisito y continuamente cambiante catálogo de uno de los estudios más ingeniosos de la animación, a nivel global.
- Jose Miguel Giovine