Porco Rosso (1992)
“No existen leyes para un Puerco.”
Dentro del famoso estándar con el que Studio Ghibli suele cumplir, se debe reconocer que no todas sus cintas son del todo “universales”, esto es: del gusto y apreciación de casi todo miembro de una audiencia promedio; padres, madres, hijos, hijas, etc. Porco Rosso podría seleccionarse fácilmente como una de esas cintas que pareciera imposible odiar o, al menos, no ser del agrado de alguien. Con Michael Keaton en el doblaje norte-americano (exquisita selección), Porco Rosso nos narra las aventuras del mismo, el cual es un afamado y valeroso piloto veterano de guerra que, al huir de un combate, es convertido en un puerco humanoide, identidad con la que parece no tener tantos problemas, así como la gente a su alrededor, los cuales parecen tomar su condición con notoria indiferencia. Ahora es un caza-recompensas dedicado a pelear contra piratas aéreos, ayudar a las bellas damas, y mantener una afectiva relación con su hidro-nave, cosa que cambia, luego de que su hidroavión fuera destruido en una disputa por un grupo de piratas que buscan deshacerse de él, por lo que este recurre a la ayuda del abuelo Piccolo para arreglarla, siendo su nieta, la pequeña Fio, quien se encargue de las reparaciones, y quien demostrara que posee un ingenio y habilidades tan o más grandes que las suyas, por lo que al final terminan entablando una considerable amistas. Pero las cosas se complicarán cuando un americano, Curtis, decide derribar a Porco Rosso a toda costa para ganar reputación, por lo que eventualmente retará al mismo a un duelo aéreo, si Porco gana, Curtis pagará todas sus deudas, si éste gana, Fio deberá acceder a casarse con él.
Con una premisa similar, no es de sorprender que esta sea una de las cintas del estudio que más tardaran en ser reconocidas, aunque claro, a diferencia de cintas previas, su valor no necesariamente se mide por su substancia y el poderío de emociones que pueda ser capaz de evocar. Aquí dependemos casi en su totalidad con el humor irreverente, satírico y aventurero propio de un Indiana Jones o de algún héroe personificado por Steve McQueen. Sin embargo, y con su toque personal, Miyazaki, una vez más, nos adentra en un mundo bañado en ficción, surrealismo y detalles que inmediatamente nos remontan a una época representada con fidelidad y artes excepcionales. En este caso, la época bohemia/galante de la post-guerra en Italia (siendo la primera vez que el país fuese plasmado dentro de la visión de Miyazaki), claro, en acorde al ambiente y tonos con los que la historia es manejada, la cual varía entre acción aérea, animada de manera soberbia, así como de constantes interacciones entre personajes que le brindan un toque melodramático a la química entre estos con el personaje principal, que de alguna forma, funcionan dentro del humor satírico que la cinta maneja de vez en cuando.
Claro que, por ejemplo, la cinta jamás justifica de lleno el por qué Porco Rosso es, bueno, un puerco. Queda clara la razón de su maldición, y de cierta forma, la imagen porcina nos ofrece cierta substancia para con el humor político que de vez en cuando es arrojado inteligentemente que hacen mofa del status quo dentro de la época que se está retratando. Sin embargo, ello jamás nos hace comprender del todo por qué el personaje principal tiene la apariencia que tiene, específicamente, y sobre todo cuando observamos cómo, para todo mundo, esto es indiferente e irrelevante, aunque pensándolo mejor, parte de lo que nos hace disfrutar tanto la historia es la forma en la que el mundo funciona alrededor de esta inconveniencia, pues cualquier otra cinta, bajo cualquier otra dirección (inclusive dentro del mismo estudio Ghibli) funcionaria de otra forma, girando en torno y completamente a la imagen del protagonista, y de cómo este debe hacer cierta labor o misión u objetivo para cambiarla. Aquí no pasa eso, pues romper la maldición que lo cambió nunca se vuelve el objetivo de la película. De nuevo, véase como una carencia en el guion, pero como parte del encanto dentro de este mundo ficticio (especialmente uno animado), funciona a su propia manera.
De igual forma, el personaje de Fio entra en el catálogo de personajes infantiles/femeninas que sobre salen y buscan hacerse un espacio dentro de la costumbre que tiene Miyazaki a romper estereotipos, claro que, jamás al nivel de otras como Nausicaä o Kiki, ya que a fin de cuenta, con todo y la admiración que Porco genera hacia ella, esta termina motivando el avance de la trama al estar de por medio entre la rivalidad de este y Curtis, volviéndola-inevitablemente- una damisela en apuros, que si bien, Miyazaki no está ausente de este tratamiento para con sus personajes femeninas, de igual manera es extraño que súbitamente un personaje secundario termine convirtiéndose en un estereotipo al que no estábamos tan acostumbrados tratándose de este estudio, en particular, que de igual forma no demerita del todo la peculiaridad y esencia del personaje de Fio, especialmente con su química al lado de Porco, quien también presenta ciertos estándares clichés al ser el típico “lobo solitario” que eventualmente encontrará a su igual, con quien desarrollara una amistad y relación personales lo suficientemente fuertes como para darle un giro de 180 grados a su personaje. Algo que se ve en casi todas las historias dentro de cintas animadas, sean de Disney, Dreamworks, o algún otro estudio de renombre; es una estrategia a nivel guion de lo más común y frecuente, era de esperarse verla, eventualmente, dentro de Ghibli.
Séase una historia bizarra con una premisa tanto extraña como familiar, Porco Rosso se beneficia, en gran parte, por su tono, su dinámica y atractiva animación, y la naturalidad con la que los personajes son presentados, así como sus respectivas interacciones y química, lo que alimenta la efectividad de su humor y el nivel de interés en el mundo que se nos presenta. De nuevo, Miyazaki se luce con una dirección única y una visión extraña pero agradable, acompañada de una animación soberbia que nos sigue demostrando que Ghibli domina el estilo a mano, especialmente si se trata de exhibir secuencias de vuelo, acompañadas de un tipo de acción que no suele apreciarse del todo en estudios o producciones populares. No es la mejor obra de Miyazaki, de hecho, parece remontarse a sus orígenes, pero en definitiva no por ello deja de ser disfrutable, emotiva e intensa, así como divertida; excelentes combinaciones si se trata de una entrega de animación, independientemente de que el mundo presentado carezca del mismo desarrollo que sus personajes, el cual, en definitiva, se convierte en el mejor elemento de la película, digno de su animación.
- Jose Miguel Giovine
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