


Taika Waititi es un director irregular, pero que a lo largo de esta década ha sabido ganarse el corazón de la audiencia ‘indie’ con títulos como What We Do in the Shadows (2014), o The Hunt for the Wilder People (2016), todas cintas que, si bien, desconocidas debido a su falta de distribución en cines nacionales, han influido a la relevancia del director neozelandés en el extranjero, especialmente en los campos de la comedia, pero que fuera gracias a la exageradamente divertida y entretenida Thor Ragnarok (2017) la película que lo colocara en el mapa, y que inclusive le cediera un lugar muy sutil en las filas del ejército Disney, lo que le concediera una participación menor dirigiendo el último episodio de la exitosa The Mandalorian (2019- ) para el servicio streaming Disney +. Con Jojo Rabbit (2019, Fox Searchlight) parece ser que la carrera del peculiar director no irá sino en completo ascenso dentro del espectro popular (o ‘mainstream’) a nivel estudio, pues la cinta no sólo le ha otorgado nominaciones en los pasados Golden Globes, sino nominaciones tanto para “Mejor Película” y “Mejor Director” en los próximos premios a la Academia.
Y es que su más reciente cinta aborda temas complejos y pesados que no cualquier director se atrevería a explorar dentro del género de la comedia, y para los estándares de la misma, es todavía más difícil debido al declive que ésta ha sufrido en años recientes, en la que su calidad ha parecido disminuir, siendo reemplazada por el cliché y la estupidez, tanto a nivel guion como a nivel dirección, lo que eventualmente termina por afectar a los responsables por llevarla a cabo en la pantalla, ergo, actores y actrices que son ensombrecidos por la incompetencia de sus superiores técnicos. No es el caso de Waititi y su espléndido cast, el cual puede presumir a sumarse en las listas de pesos pesados, incluyendo nombres como Scarlett Johansson, quien se encuentra nominada tanto por su papel en esta cinta, como por Marriage Story (Noah Baumbach, 2019), Sam Rockwell, Rebel Wilson, Alfie Allen, Stephen Merchant, y el mismísimo Waititi como una representación surrealista del temido Führer. Un reparto digno de una dirección enfocada y libre de hacer y decir lo que venga en gana, pero todo esto con el sólo propósito de abordar y llegar al mensaje principal, el cual puede verse a millas, aunque no por ello deja de ser tan efectivo y emocionalmente satisfactorio, una vez llegados los créditos finales.
La fortaleza principal de Jojo Rabbit es su objetivo, el cual se halla plagado de alma, cosa que tal vez le pueda faltar al resto de la filmografía del director, o bueno, al menos no en la misma dosis, ya que de cierta forma esta parece ser la cinta más personal del extrovertido cineasta, pues es la única que cuenta con una poderosa serie de escenas que, me puedo atrever a sugerir, sacarán más de una lagrima al espectador que ya se haya encariñado con ciertos personajes clave. Pero claro, esa efectividad a nivel drama-comedia no podría ser lo que es sin un sinnúmero de personajes bellamente aterrizados y que, sobra decir, nos hacen sentir algo culpable por desarrollar semejante afecto hacia ellos, pues estamos hablando de nazis y alemanes que comparten las mismas ideologías que desataran el Holocausto durante la 2nda Guerra Mundial. Pero Waititi no se limita, al contrario, como siempre, el neozelandés constantemente se deja llevar por la oportunidad, ya séase de soltar chistes no tan pesados, pero sí relevantes en un contexto histórico, o bien, el constante uso de ‘slapstick’ para alimentar ‘punch-lines’ que podrán soltar la carcajada de cientos y que, se agradece, son usados en momentos tan impredecibles, que la cinta termina por jamás recaer en lo exhaustivo o aburrido, pues si bien no todas las bromas funcionan de la misma forma, los momentos subsecuentes ayudan a que la calidad del humor de la cinta se mantenga en constante balance.
La cinta, como antes se mencionó, toma lugar en un pueblo al azar de Alemania durante los días finales de la Guerra. Jojo es un pequeño que aspira a seguir los pasos de su padre, quien se encuentra peleando al lado del ejército nazi contra las fuerzas de los Aliados, por lo que sus ideales se ven tornados hacia la ideología de superioridad Aria con la que el Führer ha alimentado al partido nazi-alemán desde los inicios de la Guerra. Jojo, acompañado de su compañero y amigo, Yorki (un increíble Archie Yates), iniciarán su entrenamiento para, eventualmente, formar parte de las filas del ejército alemán y así luchar contra las fuerzas enemigas, que incluyen bien a los Aliados, y al temido ejército ruso.
En primera instancia, Jojo Rabbit inicia con unos buenos diez minutos de comedia sublime, parteaguas y adelanto de lo que se viene en la siguiente hora y media pues el tono, salvo por los momentos dramáticos, es constante, pues Waititi ya lleva experiencia en el campo, aunque, dándole crédito, es la primera vez que el tema que rodea a una cinta propia contiene tanto personajes como acercamientos políticamente incorrectos. Pero el director jamás se reprime y no le da miedo explotar un humor que, si bien, inadecuado tal vez para una sociedad contemporáneamente “correcta”, jamás peca de vulgar o idiota, cosa que no podemos decir de muchas comedias americanas, y una que otra nacional que intenta desesperadamente imitar a las previas. Se agradece en gran medida que haya directores allá afuera dispuestos a arriesgarse con material “prohibido”, o por demás, “intocable” para el género, y termine con un producto con espíritu y, por qué no, humor digno de la sátira y parodias que solo buscan retratar una realidad decadente y deprimente, de una forma retorcida e hilarante.
Pero como se especificó antes, Jojo Rabbit no es sólo su humor y comedia (ya de por sí excelsa), sino que nos podemos atrever a decir que la columna vertebral consiste en lo poderosos que son sus elementos dramáticos, totalmente sentimentales y, bueno, dolorosos, una vez que llegan. Como buena película que retoma el tema de la Alemania-nazi, es necesario contar con ‘tear-jerkers’ de vez en cuando, y la película tiene algunos que podrían remontarnos a trabajos como la aclamada Life is Beautiful (1997), de Roberto Benigni, sobre todo en un momento relacionado con el personaje de Sam Rockwell, o inclusive con la bellísima relación Scarlett Johansson-Roman Griffin Davis, quienes ofrecen una relación madre e hijo exquisita y única digna de la presencia que ambos comparten en pantalla, tanto juntos como por separado, aunque mezclada con un humor digno de la escuela Monty Python, sobre todo al apreciar una genial y honorifica escena que presenta a Stephen Merchant como un agente de la Gestapo.
Pero claro, si debo mencionar la interacción y química entre personajes más sobresaliente en toda la cinta, esa pasa directo a los jóvenes Roman Griffin Davis y la encantadora Thomasin McKenzie, quienes interpretan a Jojo y a Elsa, la pequeña judía que se esconde en el hogar de Jojo bajo la protección de Rosie (Johansson) hasta que el conflicto nazi y la guerra terminen. Muy a la Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012), pero sin recaer el melodrama hípster de la misma, la relación entre los dos jóvenes ahonda en niveles tanto tiernos como inocentemente emotivos, especialmente cuando el Hitler de Waititi entra de por medio para aliviar o destruir la tensión sexual que podría estarse formando entre ambos, claro, denotada desde el nivel más infantil que se puede ofrecer para no meterse en líos, cosa que efectivamente jamás ocurre pues, de nuevo, el humor y las interacciones entre personajes que Waititi maneja jamás recaen en lo mundano o lo vulgar, como para que la audiencia se crea ideas inadecuadas que, siendo realistas, no son necesarias dentro de la película que se nos está presentando.
A nivel comedia, el trabajo de Waititi sobresale por sobre toda su obra, relevante de la década pasada, pero que denota cómo se puede crear originalidad utilizando elementos familiares de obras previas, cosa que todo gran artista puede dominar eventualmente y, claro, con la experiencia necesaria.
Tanto por su selección musical (difícilmente se ha escuchado Heroes de David Bowie con tanta emotividad durante una escena final), como por su producción, la cual no se mencionó, pero está elaborada para simular secuencias de guerra dignas de producción de más alto calibre, probablemente siendo 1917 (Sam Mendes, 2019) con la que sea más sencillo compararla, pero claro, esto con el sólo propósito de alimentar el caos y la comedia, sobre todo al final, que es donde el valor producción se desata y demuestra la capacidad que el director tiene para ejecutar momentos dignos del blockbuster (cosa vista en Thor Ragnarok, por igual), lo que sólo complementa el valor de la cinta y la efectividad de la experiencia que nos ofrece. Si bien no una asegurada ganadora de los premios de la Academia, Jojo Rabbit merece su lugar en las nominaciones como lo que es; una comedia de pies a cabeza con elementos, ya sean sorpresivos u obvios, pero Taika Waititi, ya con cinco largometrajes, y dos más en camino, puede adjudicarse el título del cineasta-comediante más relevante de los últimos años; uno con un sentido bastante aterrizado del humor tanto negro, como inocente, la sátira y parodia y, claro, uno que por igual sabe dónde y cuándo detenerse para ofrecer corazón a sus proyectos. Jojo Rabbit es su más reciente prueba de ello.
- Jose Miguel Giovine