Knives Out: Reseña
“I suspect foul play. I have eliminated no suspects…”
Representando la quinta cinta oficial del director Rian Johnson (The Last Jedi, Looper), Knives Out nos remonta a ese cine de detectives en los que el motor principal de la trama es la intriga, el misterio y la resolución del crimen cometido, tanto por la manera en que se efectuase, como por el responsable de tal acción. Rian Johnson, quien permaneciera inactivo durante estos últimos dos años desde Episode VIII (2017), Knives Out llega como por arte de magia, habiéndose mantenido en completo secreto, y provocando la atención de múltiples sectores de la audiencia, no es sorpresa, debido al atractivo de su reparto, el cual cuenta con las presencias de grandes del cine, tanto de antaño como contemporáneo, incluyendo a Chris Evans, Ana de Armas, Jamie Lee Curtis, Don Johnson, Toni Collette, Michael Shannon, y quien en definitiva robara la pantalla con su sola presencia, un muy animado Daniel Craig.
La premisa gira en torno a un afamado escritor de novelas de misterio y ficción, interpretado casi en brevedad por Christopher Plummer, quien después de su cumpleaños número 85, es encontrado muerto en lo que parece haber sido un suicidio que termina por consternar a toda la prominente familia, así como la atención de un investigador privado que es contratado por una misteriosa figura para descubrir si en efecto, el incidente se trató de un suicidio o, en efecto y con las debidas sospechas, de un asesinato.
No es de extrañar que una premisa como esta cause tanto furor, tanto por su reparto en conjunto como por lo efectivo que la propaganda de la cinta resultara, las historias de crímenes sin resolver y detectives dispuestos a develar el misterio jamás cansaran, pero la efectividad de Knives Out radica en su originalidad y su forma de desenvolverse, ya que, si bien en un principio puede apuntar a tornarse en el típico Thriller criminal, con personajes ordenada y selectivamente clichés, todo con el objetivo de seguir el obligado patrón de “lista de sospechosos” que poco a poco irá guiando a su audiencia al ritmo que el detective en turno se tome, como bien se han hecho incontables veces a lo largo de los años, particularmente puedo pensar en las historias de Agatha Christie (1890-1976), cuyo protagonista, el inmortal y complejamente estereotípico Hércules Poirot (interpretado ya en dos ocasiones, tanto por Albert Finney y Kenneth Branagh, respectivamente) plasma un personaje tanto atractivo a nivel intelectual, como intrépido en su forma de develar misterios, cual gran Sherlock Holmes de la misma forma, y quien ha sido interpretado en incontables versiones por distintas figuras histriónicas a lo largo de la historia del cine. Es obvia la referencia que Johnson hace en su personaje de Benoit Blanc, quien parece inspirarse y, de alguna extraña manera, mofarse de estos detectives seudo-franceses, pero es el carisma de Craig lo que le otorga la vida que un personaje similar tanto necesita, probablemente de la misma forma que Branagh lo hiciera un par de años atrás en su versión de Murder on the Orient Express (2017), y es que no se había visto a un Craig tan enérgico y vivaz en su interpretación desde hace un par de Bonds atrás.
Sin embargo, quien probablemente se robe la película en base a su actuación es la siempre encantadora Ana de Armas, cuyo personaje funge como núcleo y espectador de eventos, lo cual nos ayuda como audiencia a seguir el paso a Blanc, especialmente durante los últimos dos actos de la película, pero sobre todo, porque es el personaje que debe conectar con todos y cada uno de los miembros de esta peculiarmente prepotente e hilarante familia, lo cual, a la vez, nos ayuda a experimentar la frustración que crece entre cada uno de sus integrantes, una vez planteada la posibilidad de un asesinato. De Armas atrae con su bellísima presencia, pero su rol es mucho más sincero y humano que el de sus contrapartes histriónicas, lo que la ayuda a volverse el vehículo perfecto para relatar los eventos que ocurren desde su perspectiva, a lo cual, no olvidemos mencionar, otorga una química deleitante entre Craig y ella.
Claro que, si hablamos de semejante ‘casting’, debe mencionarse que la dualidad y las interpretaciones sostienen por si solas la ya de por si sublimemente estructurada cinta, más aún, considerando el humor con el que cuenta Johnson al momento de concebir a sus personajes, los cuales tienen únicamente el propósito (además de servir de principales sospechosos) de crear estereotipos y comentario social que, aunado con el humor maduro pero eficaz, no hace más que añadirle valor a cada una de las interacciones, séase por medio del simpáticamente bobalicón Don Johnson en su más reciente personificación del republicano adinerado, completamente devoto a su superioridad racial, pasando por el fracasado dependiente de Michael Shannon, quien vive a costa del éxito de su padre como cientos de adinerados dentro de las mismas circunstancias, similar al personaje de Chris Evans, quien se desprende por igual de muchos de los roles que ha personificado para realizar algo un poco más atrevido, y que cobra importancia apenas pasada la primera hora de la cinta, o la empoderada pero emocionalmente inestable Jamie Lee Curtis, quien busca desprenderse de la idea de dependencia hacia su familia con una actitud déspota y entretenídamente dura. Esta es, probablemente, la cinta más divertida de director gracias al rico ejemplar de personajes que este plasmara en su guion.
Considerando el logro de Johnson, su estilo se ha ido forjando con lentitud a lo largo de sus 4 proyectos previos, siendo Brick (2005) el que más se asemeje al ritmo, tono y premisa que Knives Out presenta desde su primera escena, pues pareciera que la especialidad de Johnson son los escenarios poco convencionales, sufriendo tramas y premisas que cualquiera podría tachar de espontaneas y drásticas, a pesar de encajar a la perfección con el perfil de sus personajes, en este caso, la cinta con la que debutara en el 2005 y que incluiría a Joseph Gordon-Levitt (extraño ausente en su más reciente película, cabe recalcar), y que abrazara la trama y atmósfera detectivescas, aunque el escenario abarque un grupo de adolescentes jugando al hampa.
Afortunadamente, sin más las semejanzas dentro del estilo, tono y profesionalismo, empleados en cintas como The Bloom Brothers (2008) y Looper (2012), añadiendo un poco de la magnificencia visual que posee su The Last Jedi, que a pesar de pertenecer de lleno más a un proyecto de estudio, otorga ciertas virtudes que el director posee y ha mejorado, progresivamente, con el paso de los años desde su debut en el 2005, convirtiéndolo en uno de los prodigios del cine contemporáneo.
Es extraño que un director, relativamente joven, se ofrezca a presentar una carrera que ha avanzado con su debida lentitud, hacia laderas cada vez más eficaces, presentando un estilo considerablemente único y, a la vez, hecho para mejorar con cada entrega. En un medio en el cual un director encuentra su marca o sello y se atienen al mismo, Rian Johnson parece dirigirse rumbo al rincón de cineastas que están dispuestos a intentar un poco de todo, ya teniendo inclusive una cinta de Star Wars bajo la manga, así como un sci-fi bastante decente, y dos entregas ‘indie’ tanto interesantes como únicas en su tipo, Knives Out puede coronarse (fácilmente) como su mejor película, en cada aspecto pensado; edición, cinematografía, dirección y guion, reparto y actuaciones. Es deleitable la manera en la que el estilo se fusiona con la substancia presentada y que, con gran revolución, se concluye en un final increíblemente satisfactorio y apropiado, cosa que no siempre se logra con cintas de estos estilos, como lo fuera la historia generalizada de Murder on the Orient Express, inclusive en la cinta de culto, Clue (Jonathan Lynn, 1985) la cual peca de poseer varios finales que impiden un guion más realizado y desarrollado, digno del juego de mesa en el que se basa.
Johnson se atiene a una sola resolución (presentada de manera extraña muy temprano dentro de la historia) que termina sintiéndose correcta, sorpresiva e inteligente, especialmente por la forma en la que la historia concluye, y con giros de tuerca que pueden llegar a hacernos pensar que la trama concluirá de cierta forma, o que los rumbos están destinados a permanecer predecibles, lo que nos presenta inclusive más giros que nos toman desprevenidos, al igual que a los personajes víctimas de los mismos, muy al estilo del genero de antaño, tan venerado y aclamado en la época dorada de Hollywood, en donde la audiencia aún no estaba acostumbrada a estas súbitas resoluciones, que otorgaran poder dentro de su clímax y un simbólico final en el que, obligatoriamente, el crimen por supuesto que debía pagar, con todas las de la ley.
La manera en que es narrada y concebida, Knives Out se convierte en una sorpresa y fácilmente se hace un lugar entre las mejores cintas del año, con un estilo sumamente original, digno de su director-guionista, pero que a la vez nos remonta a esa época en la que el cine de intriga nos guiaba de la mano con lenguaje corporal, extroversión y complejidad narrativa, la cual mantiene un dinamismo tanto para el reparto como para la audiencia, la cual no puede evitar sentirse atraída y atrapada a la vez, en un sin número de enredos. Un claro ejemplo de que el cine clásico puede presentar mejoras, pero que jamás excluye su vigencia, siempre y cuando cuente con la visión correcta, sin mencionar que, claro, a manera de entretenimiento la película es digna del género que presenta, y un deleite que jamás cansa o agota dentro de sus 2 horas 10 minutos de duración. Sumamente recomendada, sobre todo para aquellos que sientan en la necesidad de ver una cinta excitante de principio a fin.
- Jose Miguel Giovine
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