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Gōjira (1954)
Gōjira (1954) Gōjira (1954)

Gōjira (1954)


“Professor Yamane, let's be honest. If there's a way to defeat Godzilla, we need to know.”

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Japón de la posguerra. El cine comienza a florecer. Kurosawa surge como una de las promesas grandes para el cine nacional, pero el pánico nuclear permanece a una década de los bombardeos a Hiroshima y Nagasaki. De las cenizas de ese mismo miedo nace, por medio de la visión del dueto Ishirô Honda y Takeo Murata, el que se convertiría en uno de los monstruos- si no es que El monstruo- más icónico de la cultura pop, no únicamente cinematográfica: Godzilla. Mitad criatura prehistórica, mitad mutación radioactiva, el Rey de los Monstruos (como se le conocería por titulo a la cinta en occidente) representó un antes y un después para el cine japones. Poco sabría la audiencia global del impacto que provocaría la criatura para la influencia estética y de entretenimiento en la cultura japonesa. Sobra decir, nadie se esperaría que una humilde (pero cara, en su momento) película de horror desencadenaría una franquicia de mas de 30 películas, incluyendo series de televisión, y versiones extranjeras que, hasta hoy en día, siguen atrayendo y entreteniendo a audiencias de todas las edades.


Gōjira (1954)


Pero hablando en términos técnicos, fuera del impacto que la cinta pudo generar en su momento (teniendo en cuenta el contexto histórico antes mencionado) no es descabellado resaltar que su impacto actual no podría ir más allá de una gran influencia cinematográfica, ya que la cinta, si bien, fuerte en su premisa, carece de la fuerza a nivel técnico que puede esperarse de una película no-hollywoodense, producto de su época. Obviamente, un detalle que no va a pasar por alto, pero inclusive hay espectadores que están dispuestos a experimentar la cinta (y muchas otra similares) con una mentalidad propia de un fanático, propio de los 50s. No se trata de tachar un elemento que ha envejecido, innegablemente, pero sería injusto sustituir el tan merecido respeto que una producción de época amerita cuando esta resulta en un producto muy bien desarrollado y realizado. Claro que, si abrimos un poco la perspectiva como espectadores que desean estudiar el cine a nivel histórico, no cuesta nada dejar pasar lo obsoleta que una producción puede ser, para apreciar las causalidades y esfuerzos que en su momento se emplearan para abrir paso a una cinta tan icónica. 


Gōjira (1954)


La trama tacha de simple; luego de numerosas pruebas nucleares, de las profundidades del océano oriental surge una criatura antes desconocida por el hombre: un monstruo de dimensiones titánicas con el aspecto de un ser prehistórico, pero a la vez, mítico. El gobierno japones se mantiene en alerta y, tras numerosos intentos fallidos de contraataque, el doctor Yamane (interpretado por Takashi Shimura, una leyenda del cine oriental de antaño) proporcionará algunas teorías que sugerirán los orígenes de la terrorífica criatura, esto aunado a la intervención del doctor Serizawa (Akihiko Hirata) quien proporcionará el conflicto humanitario dentro de la trama al presentarnos la creación de la única arma capaz de contraatacar a la bestia: el Oxygen Destroyer. Simple, sencillo y completamente novedoso en su momento, es casi imposible pasar por alto cómo una idea sin mucha complejidad puede tornarse en algo tan influyente, no solamente por ser pionera, ya que las películas de monstruos gigantes no eran del todo desconocidas; simplemente hay que remontarnos a la inmortal King Kong (Cooper-Schoedsack/1933), o la mismísima The Lost World (Hoyt/1925), probablemente la que desencadenara el género. Pero claro, crédito a quien crédito merece, fue Godzilla la que fuese responsable de la creación de los famosos ‘rubber suits’, distintivos innegables de los monstruos japoneses, mejor conocidos como “kaijus”, y que inmortalizaran el nombre de Haruo Nakajima, el portador del poderoso y tormentoso traje, y que interpretara al mítico monstruo durante 13 cintas, sin contar con los otros roles en donde encarnara a monstruos legendarios, presentados por TOHO.


Gōjira (1954)


Sin embargo, y parte de la magia que mantiene a flote la efectividad de la película, es su enfoque caótico y semi-realista que detona el desastre provocado por la criatura, séase a nivel político, científico o humanitario, pero el escenario que resulta luego de la tan creativa destrucción de las ciudades es bastante crudo y morboso, tanto, que no se aleja de una comparativa digna de una tragedia ocasionada por algún maremoto, un huracán o un terremoto de altas dimensiones. Aquí es donde la reputación precede al nombre de Godzilla, quien se impone como una fuerza de destrucción tanto concebida por la naturaleza, como por el hombre mismo. Mensaje cliché que nos restriega lo peligrosos que podemos ser para nosotros mismos, y las consecuencias de nuestra violación hacia la naturaleza, gracias a la catástrofe bélica. De nuevo, hay que adentrarnos a la mentalidad de la época con todo y contexto histórico, para comprender la gravedad de esta presentación fílmica, y del genio que representara para la dirección de Honda, así como el guion empático de Murata. El tomarse en serio el acontecimiento del “monstruo gigante”, cosa que desafortunadamente (y tal vez, para bien), se perdería en las siguientes-y espontaneas- secuelas.


Gōjira (1954)


Sea un accidente dentro del mundo del cine, o una joya a punto de encender su brillo, Gojira representa la epitome de la ciencia ficción, la catástrofe y las consecuencias de un pánico en conjunto, en el corazón de una nación que presenciara apenas una década antes los horrores del infierno nuclear, simbolizado a manera catártica por medio de dos mentes que, al final, desencadenarían una de las figuras más icónicas y representativas de la misma cultura, a nivel mundial. Desafortunadamente, la versión más accesible de la cinta es la de 1956, en la que se introduce al personaje de Steve Martin, interpretado por el entonces relativamente desconocido Raymond Burr, con una dirección acreditada a Terry O. Morse, la cual es simplemente una versión de habla inglesa, que más que retratar el impacto y horror visual de la original, se limita a desarrollar por medio de una exhaustiva e idiotice exposición narrativa, la trama y sus represalias. De ser posible, la versión en japones de 1954 es la que debe presenciarse, no sólo como apreciación histórica, pero como un ensayo ficticio símbolo de un terror conjunto que, al final, terminaría por estallar en el rostro de toda una nación. Japón, en base a su miedo y agonía, perfectamente justificados, terminaría por crear a su figura por excelencia. El Rey ha surgido, larga vida al Rey de los Monstruos.


Gōjira (1954)


Jose Miguel Giovine





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