


Hablar sobre Princess Mononoke es meterse en terrenos sagrados, no solo hablando sobre cine de animación japonés, pero de animación en general. Vaya, hasta del cine como medio, pues su impacto e influencias han sido icónicas, tan es así que, debatiblemente, algunos la pueden llegar a considerar no sólo el Magnum Opus de su creador, el gran Hayao Miyazaki, sino también de la licencia que es Studio Ghibli, empresa que ya tuviera bajo su manto una colección de películas animadas bastante respetables, pero que, siendo sinceros, solo un par de estas habían creado semejante sensación a nivel experiencia. Y es que, es justo decirlo, para antes del estreno de Princess Mononoke, dentro de la filmografía de Ghibli, Nausicaä representaba (con justa razón) la piedra angular del estudio, y la obra maestra definitiva de Miyazaki, siendo esta seguida sólo por The Grave of the Fireflies, de Takahata. Tal vez Kiki’s Delivery Service pueda incluirse, pero es raro quien la considere (hasta esas fechas) como el máximo que el estudio podía ofrecer, ya que usualmente las películas de Ghibli ofrecían enfoques agradables, placenteros y hermosos a la vista, con historias que marcaban fácilmente la experiencia del espectador, pero no de una manera, digamos, “pesada”; por lo general, a pesar de la calidad que cada entrega poseía y demostraba, las películas rara vez mostraban un cierto toque “crudo”, no digamos visceral o maduro en su totalidad, de una forma en la que, hoy en día, un adulto de occidente se la pensaría dos veces en mostrarle el filme a un niño.
Princess Mononoke fue un éxito incuestionable en Japón, cosa que la llevó a auto-denominarse en su promoción como la película más exitosa a nivel taquilla en el país, esto hasta que Titanic (James Cameron/1997) la destronara, y no es de extrañar el por qué. La película toma lugar en un mundo enteramente ficticio y sin nombre, del cual únicamente se le conoce el Bosque del Dios Siervo. Luego de que el ultimo príncipe emishi, Ashitaka, salva a su aldea del ataque de lo que parece ser un jabalí infectado por un Tatarigami (que terminara siendo el dios Nago), pero es infectado al tener contacto con esta enfermedad, por lo que adquiere una maldición, la cual le permitirá adquirir poderes sobrehumanos, pero conforme este sucumba ante el odio, la maldición lo empezará a dominar. Ahora, los miembros de su aldea deciden permitirle viajar hacia el Oeste para visitar la tierra natal del dios Nago, para encontrar la fuente de la maldad que lo llevó a la locura, pero en su viaje se verá enredado en una disputa entre los forjadores de hierro y las criaturas del bosque, las cuales tienen consigo a la mítica Princesa Mononoke, por lo que ahora, el príncipe Ashitaka deberá resolver el conflicto que podría ponerle un fin definitivo al bosque ya la humanidad.
La sola explicación de la trama ni siquiera es suficiente, pues esta es una de las cintas de Ghibli que poseen un sinnúmero de sub-tramas, detalles y aspectos que terminan por enriquecer la historia en general, y es con esto que se llega al primer punto a favor de la cinta: su ‘lore’. El mundo creado para Mononoke equivale a uno completamente repleto de aspectos naturales, semi-realistas, pero que combinan de una forma excelsa la fantasía que sólo una cinta de Ghibli es capaz de concebir. Si bien, Nausicaä era lo más cercano a ofrecer un mundo completamente único, ese mismo aspecto era opacado por el hecho de ser una cinta “post-apocalíptica” que, si bien es un detalle que enriquece, de igual forma, su propia mitología e historia, Mononoke logra crear un mundo 100% en conjunción con su propia historia, ofreciendo un ‘mythos’ que puede llegar a expandirse sin la necesidad de incluir a los personajes que se nos presentan en la cinta, cosa que siempre es difícil de lograr, y que únicamente universos o mundos como lo son ‘Star Wars’ o la Tierra Media de Tolkien pueden presumir de poseer, probablemente sea el mundo fantástico de Ghibli el equivalente a estos a un nivel de animación universal. Y este mundo en si no es únicamente una serie de paisajes de bosques, aldeas y montañas bien dibujadas, podrían serlo por sí solos, pero lo que da vida e identidad a cada uno de estos fotogramas artísticos es su contenido a nivel fauna y a nivel humano/criatura. Las bestias, seres y personajes dentro de este mundo poseen una identidad y aspectos completamente únicos, hasta para parámetros del mismo Ghibli, lo que probablemente termine por ser la cinta de Miyazaki más rica en substancia, tanto estética como conceptual.
Sin embargo, parte de la admiración que se le debe dar a la concepción de este mundo, en particular, es la forma en la que Miyazaki mezcla su propio estilo estético-simplista con diseños tan innovadores y míticos, opacados únicamente por el tono con el que la historia adquiere forma, y poco a poco comienza por mostrar su verdadero rostro, lo que acompaña una respetable serie de escenas que podrían desconcertar a más de uno, sobre todo si se tiene en mente el tipo de tono y temáticas que Ghibli suele manejar. Mononoke es la segunda cinta del estudio que muestra una cantidad discreta pero evidente de ‘gore’ y violencia que, inclusive, podrían comparársele a lo que el anime convencional comenzaba por adoptar a finales de los 90s. Y es que, si bien, estos aspectos no son del todo extraños dentro de los mundos creados para estas cintas, la forma en la que Miyazaki comienza por ejecutarlas es súbita, inclusive considerando que parte de las escenas con más peso llegan durante los primeros veinte minutos de película, un inicio que no hace sino darnos una probada del viaje que nos espera, el cual develará la trama, pero sólo lo suficiente para permitirnos adentrarnos en este vasto y espléndidamente creado mundo.
Pero este mundo e historia únicamente pueden ser motivados con la ayuda de sus personajes, séanse principales o secundarios, y vaya que hay una exhibición considerablemente amplia de figuras, introducidas a lo largo de la trama, y casi todas, con cierto aire de importancia que, si bien no a favor de la historia como tal, nos permiten entender de mejor forma cómo es que funciona este mundo, cosa que se demuestra, particularmente, al ser introducidos a la Aldea de Hierro, comandada por la matriarca Lady Eboshi, una líder militar que al parecer tiene la costumbre de rescatar concubinas para ofrecerles santuario y trabajo en su Aldea, lo cual, como es de esperarse en cualquier filme de Miyazaki, da para una exposición muy divertida y familiar de personajes femeninos con cierta independencia y fortaleza. Aunque, el punto más interesante para con el personaje de Eboshi es su exposición dentro de la trama, la cual fácilmente apuntaría a que esta es la antagonista de la historia y, de cierta manera, lo es, pero aquí viene el punto positivo por excelencia no sólo de esta, pero de casi todas las cintas del estudio: aquí no hay villanos. De cierta forma, los eventos que toman lugar durante el clímax de la cinta son debido a acciones que algunos personajes provocan, sin embargo, la creencia de que Lady Eboshi es la villana queda completamente descartada al conocer su trasfondo, motivaciones y exposición, a fin de cuentas, Eboshi es la líder de su gente y sólo busca el bienestar de la gran mayoría, y esto sólo es reforzado gracias a la forma en la que vemos cómo todos en la Aldea la idolatran, respetan y hasta veneran.
Dentro de cualquier otro escenario sin contexto, esto probablemente sería irrelevante, si se llega a explicar que hay alguna especie de influencia negativa por parte de Eboshi hacia su gente, pero su trato para con ellos es completamente humano y, vaya, admirable, por lo que conexión jamás falta para con ella. Sin embargo, y esto es probablemente el único aspecto negativo que podría hallarle a la cinta: La Princesa Mononoke. Es extraño que el aspecto más débil (y únicamente hablando desde un punto de vista enteramente subjetivo) sea la razón de su título. De hecho, aún hasta la fecha, encuentro desconcertante el hecho de que esta película se titule así, ya que ni el conflicto, ni los personajes más relevantes son concebidos gracias a ese personaje en específico. En primera instancia, el verdadero protagonista es Ashitaka, y el primer conflicto que alimenta la trama de la cinta se desata con respecto a la maldición en sí mismo que debe deshacer. De hecho, mucha de la exposición e información dada, con relación al conflicto y al mundo de la cinta, se dan debido a la información que se comparte para con Ashitaka y, sin caer en ‘spoilers’, el final del clímax lo tiene a él como principal participe. Y no es por demeritar o desprestigiar al personaje de Mononoke como tal, si a princesas nos vamos, es una de las más peculiares y visualmente interesantes, dentro de un panorama universal, y su imagen es una de las más representativas en la cultura pop-otaku, pero no deja de ser extraño que lo especial alrededor de ella sea su imagen, pues como personaje dentro de la película, su importancia es relativamente mínima.
Fuera de los aspectos minúsculos que probablemente puedan molestar a algunos (muy pocos, para ser sinceros), es innegable el poder que Princess Mononoke ejerce desde casi todo ángulo. Es una cinta tanto madura, como entretenida, que puede llegar a explayar cierto grado de humor, pero que jamás pierde su enfoque con una dirección sublime que nos demuestra la capacidad de Miyazaki de hacer historias que no sólo sean simples aventuras sobresalientes pero inocentes, pues está de más mencionar que esta es, probablemente, la cinta Ghibli con el mensaje de consciencia ecológica y comentario social hacia la misma, más fuertes y resonantes en toda su filmografía, expuesta de una forma incomparablemente única y original, tal cual hiciera Nausicaä una década atrás. Al final, Princess Mononoke expone en cada toma, en cada dialogo y en cada momento un talento sinigual, digno de su producción y estudio, y rico en una historia que, si bien, de vez en cuando saturada, jamás resulta asfixiante, ni molesta o agobiante, sino todo lo contrario; le abre las puertas a un mundo único, aún para estándares de lo creado anteriormente por Miyazaki, y que no le debe nada a títulos como The Legend of Zelda, por ejemplo. Con personajes que favorecen la calidad de la historia presentada y, como tanto lo he mencionado anteriormente, una animación sublime que demuestra cómo este estudio ha ido creciendo y auto-perfeccionando su estilo y sello, no es de extrañar, viniendo de una de las mentes más aclamadas dentro de la industria, Princess Mononoke ofrece de lo mejor que el estudio nos puede brindar, y por más que se aclame y explique en qué consiste su importancia, relevancia y sensación, la única forma de genuinamente comprenderlas seria experimentándola, lo que la hace una cinta imperdible no sólo para los amantes y ‘fans’ del estudio, sino para cualquiera que se autoproclame un amante de la animación.
- Jose Miguel Giovine